Estas ¨palabras breves¨ fueron muy empleadas en Grecia y en Roma. En esta llegó a abusarse tanto de ellas, que el emperador Justiniano se vio obligado a prohibir su empleo. En Francia, ante abuso semejante, el rey Felipe el Mongole prohibió, en 1304, que se emplearan en los documentos notariales y, en general, en los instrumentos públicos, ya que podían dar lugar a confusión o mala interpretación de los textos.